UN LUGAR INEVITABLE :: Tío Paco

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TEXTOS MOIRA TAYLOR FOTOS ERIC R. SCHROEDER

Si estuviste en San Martín, estuviste en Tío Paco. No puede ser de otra manera. Se trata de un resto bar con estilo propio, una ubicación privilegiada y detalles que lo hacen único. Un lugar con insomnio que apaga las luces tan sólo entre las dos y las seis de la mañana y abre las puertas para los antojos de sus comensales en cualquier momento. Un espacio amigable en su contextura y su trato. Cada detalle está pensado para que las ganas de regresar sean inmediatas. Su trayectoria, sus mesas y rincones invitan a recorrer sus más de 25 años de historia y, al mismo tiempo, conocer la fórmula secreta para crecer con identidad.

El edificio donde hoy se encuentra el tradicional Tío Paco era hasta 1987 la carnicería de Yamil Obeid (un nombre conocido para la vida del pueblo, “del San Martín de antes” como le dicen los viejos). En ese año comienza la historia de un café con sello bien local y que fue creciendo al ritmo del pueblo sin perder su identidad.
Daniel Gallo arquitecto y amiguero por tradición se caso allá, “lejos y hace tiempo”, con Anahí Teverna y soñaron con un lugar que fuera “el lugar” para el encuentro y la diversión del sanmartinense. Así en 1987 comenzaron con la fachada del edificio y los espacios tal como era la carnicería sirviendo los primeros café y sin pensar que serían tantos. En Tío Paco, la profesión de arquitecto de su dueño tuvo mucho que ver con la dinámica e imagen del lugar actual. Todas las modificaciones que se le fueron haciendo al edificio tenían una estratégica mirada sobre la cual descansaba la idea de un lugar con personalidad, con historia y, sobre todas las cosas, con la invitación permanente a entrar, disfrutar, quedarse y volver.
Para 1991 deciden ampliar y desarrollar la segunda planta del resto bar, ofreciendo más espacio y algunos detalles imperdibles que se sumaron a sus sellos distintivos como la mesa de pool o los ventanales en altura sobre la calle principal. La madera de peso como el raulí, las ventanas divididas (que rememoran a las viejas aberturas de las casas más antiguas del pueblo) sus colores, los detalles de la decoración, todo está pensado para que al entrar uno se sienta parte de esa historia que lo habita en cada rincón.
Por último, y no por cerrar futuros de ampliación, “papá siempre tiene algo pensado para seguir”, cuenta Nati (su hija) con un destello de alegre resignación: en 1995 se construye la terraza sobre la esquina que, además de ampliar el espacio, permite que durante todo el día quienes ingresan al lugar disfruten del sol, el aire y de un lugar estratégico imperdible en verano, además.

El cafecito de pueblo
Ya para 1995 el espacio se había convertido en un bar y restaurante, con una amplia carta de comidas, sumado a la siempre interminable oferta de cafés, tragos, bebidas y licuados. La tradición de ser “el lugar” de los pueblerinos para juntarse a charlar, a debatir, a cenar y bailar fue dando paso también al turismo, que cada vez era más y lo elegía también como el restó bar de referencia. Las noches se hicieron un poco más cortas, aunque la madrugada siempre lo encuentra despierto (cierran todas las noches, mucho más allá de la medianoche). El encuentro se volvió plural, con la posibilidad de encontrar lo que quieras (siempre que esté en la carta) a cualquier hora. Abiertos desde las 8 de la mañana, es auténticamente un bar de pueblo que asume su cocina siempre abierta como un sello de compromiso.

25 años de experiencia les dan el título de chef
En esos años de crecimiento fue desarrollándose también la cocina y la experiencia. Su especialidad es escuchar al comensal y por eso mismo, la carta ha ido ampliándose, incorporando platos para cada gusto. Plantan sus límites en la satisfacción del cliente y proyectan sus horizontes en distintos rincones del mundo. La sensación es que cada visita va creando su propio Tío Paco, su manera de disfrutarlo y de ser parte de esa historia, saboreando en cada plato un poco de lo que fue y es San Martín de los Andes.
25 años de historia han marcado un tranco tranquilo pero firme, lejos de los comienzos en donde Nati decía en voz aguda “tío Paco” (aludiendo a su tío) y el nombre se acomodaba en un cartel con la leyenda de café; hoy Tío Paco ofrece además de su siempre interminable carta de bebidas, la posibilidad de una variada y exquisita gastronomía. Quienes la han probado, vuelven una y otra vez. Para los que no se han deleitado aún, el sólo ver pasar un plato o un postre por el rabillo del ojo implica una cita infaltable (e inevitable) para la próxima.

Invierno, verano y todo el año
Porque tiene un horario que responde a cada capricho, porque todo el día, todo el año, Tío Paco es “la” confitería del pueblo, porque fue y es de los sanmartinenses pero también es el destino obligado de cualquier turista. Por esas cosas este lugar, en pleno centro de la ciudad, se convierte en un clásico de toda temporada.
Para el invierno los visitantes tienen un cálido ambiente repleto de añeja madera, bebidas que calientan el alma y platos que son el broche de oro para terminar un día de frío sureño. Grupos de esquiadores, extranjeros, habitúes de todo el año, se reúnen en este clásico para comer, beber y compartir. Historias, amigos, competencias interminables de pool, algún que otro partido que siempre se da cita en los plasmas estratégicamente ubicados por el lugar, ahí está la esencia del bar, en las relaciones que se tejen y hacen a su identidad. En el medio de donde todo pasa, con nieve, con lluvia, con frío, el invierno lo convierte en el refugio perfecto.
Un verano es más verano acá, qué duda cabe. Una terraza impecable, de muebles a medida, de sombrillas y detalles, de pintorescas vistas, de flores y frescas brisas. El verano es una invitación segura a comenzar o terminar cualquier día. Los de acá: el cafecito, el mejor jugo de naranja y una o dos medias lunas son la compañía perfecta de cualquier desayuno. Para los visitantes, a cualquier hora un licuado fresco y con la mejor selección de frutas. Los waffles y los panqueques suculentos son, también, la campana más efectiva para juntar al rebaño. Para almorzar o cenar sin horario estipulado, la carta se abre como una biblia, perdiendo la mirada en sus opciones y siempre encontrando lo que el antojo le dicta al apetito.
Las “medias estaciones” son especiales para contemplar los cambios de clima entre cafés de colores flameantes, buenos tragos y el clásico de siempre que se pide con una simple sonrisa y el mozo, místico de señas, siempre entiende.

Todo un clásico
Ser parte de una mesita de bar que tiene un poco de cada lugar, que cuenta historias de aquí y de algún destino predilecto de sus dueños es, de muchas maneras, una de las formas de participar de una idea clásica. Tío Paco tiene ese no se qué, esa manera de hacer sentir como en casa al de San Martín pero también al extranjero, que en sus paredes encuentra siempre algo que le rememora al hogar. Será porque entre las mesas, detrás de la barra o en alguna mesita de sol de media mañana siempre están Daniel o Anahí que saludan como siempre, como si el pueblo no hubiera cambiado en nada. Será porque para quién habla inglés siempre encuentra su idioma contenido en pequeñas frases que invitan a degustar algo rico y muy de acá. Será porque Tío Paco es esa combinación, ese equilibrio entre calidad, espacio, historia, atención, tradición y buena energía. Será tal vez por eso que este resto-bar en el centro de una pintoresca ciudad ha sabido ganarse el apodo de un clásico.

Arquitecto, emprendedor, soñador y cafetero
Alguien al que siempre le gustó hacer muchas cosas, que como cuenta su hija “siempre está trayendo ideas mejores y más actuales de las que nosotros podríamos pensar”. Ese personaje es Daniel Gallo. Siempre respaldado por su familia, este arquitecto de ideas concretas y con un gusto impecable por el café, eligió hace mucho tiempo su proyecto y lo construyo, con un concepto claro respecto a qué resultado obtendría. “El edificio de Tío Paco, desde su exterior hasta las ubicación de todo lo que lo compone, es obra e idea de Dani”, cuenta Nati con un orgullo que no esconde en las palabras.
Fanático del pool, compró la mejor mesa que pudiera conseguir y se coronó con el único pool profesional en todo San Martín. “Así es papá, se le mete algo en la cabeza y hasta que no lo logra, no para”, lo describe Nati.
Daniel funciona como ese aroma de panadería parisina, impregnada en cada rincón del espíritu de esas dulces tentaciones. De igual manera esa personalidad (la de él) se percibe en la elección de la madera, de los colores, de los espacios. Tío Paco es esa pareja emprendedora del San Martín de los Andes de otra época. Hoy ellos y su familia siguen poniendo el cuerpo, la energía y el amor para no perder los orígenes. Para ser y hacer “el café más tradicional de San Martín de los Andes”.
¿Por qué hablar de Daniel? Porque hablar de él es hablar del bar, de los amigos, los conocidos, la forma de construir las cosas. Puede que por eso mismo Tío Paco sea el habitué de varios arquitectos del pueblo. Puede que lo que le imprime un sabor especial a cada plato, a cada trago, sea justamente una personalidad, una idea, un sueño. Y que al disfrutar de este rincón guardado de la historia -y al mismo tiempo cotidiano- de San Martín, todos (los de aquí, los de allá y los de todas partes) puedan sentirlo un poco como propio.

Para levantar los espíritus
La colección de whiskys y maltas es la más grande de todo San Martín y de unos cuantos rincones del país. Arribado a un pueblo de tradición “whiskera” Daniel Gallo, dueño, ideólogo e imagen siempre presente en el bar, se propuso tener todas las bebidas espirituosas que cualquier amante de ellas quisiera encontrar. Así, además de whiskys impecablemente servidos, cuenta con una extensa variedad de cervezas tanto artesanales, nacionales e importadas. En vinos la selección es atinada y actual, con bodegas especialmente patagónicas y los infaltables clásicos. Una interminable lista de tragos y la posibilidad y predisposición de crear nuevas invenciones a pedido del sabedor. Porque la especialidad de la casa, además de la calidad y variedad, es la muy apreciada y no muchas veces encontrada atención. Las ganas de escuchar al comensal y servirle lo que quiere cuando lo quiere. Así, las buenas bebidas sirven como excusa para buenos momentos, en un espacio que sugiere, incluso imperceptiblemente, las ganas de pedir “otra ronda”.

De sabores, platos y otras yerbas
Si de platos y sabores es la velada, no importa si es medio día, tarde o noche. “En picadas somos especialistas”, cuenta Nati, describiendo una infinidad de ingredientes especialmente seleccionados. Ahumados, quesos, brochettes, regionales, entre otros manjares que incluyen las muy variadas Picadas Tío Paco. El postre, una copa helada que se “vende sola” y se ofrece en variadas combinaciones, con o sin alcohol, batidas, con frutas o salsas naturales. Imperdibles para ponerle la cereza a la velada.
Para los que comen por los ojos, el brochette de lomo se presenta en pinchos de hierro. Un lujo de la comida argentino-patagónica. Para acompañarlo, las espinacas a la crema se transforman en una sugerencia impecable. Una comida de estas características, una verdadera tradición, sólo puede concluir de una manera igualmente extraordinaria: con un panqueque de dulce de leche gratinado. Y para saborear cada bocado y la velada entera, nada mejor un excelente tinto de la Bodega Del Fin del Mundo.
-Para los vegetarianos: los malfattis con salsa de hongos tienen la combinación perfecta entre vegetales y poca harina. El toque especial regional de los hongos hacen de este plato un “tengo que probar” de la cocina de la zona. Para el postre, cerrar con algo fresco como una copa de frambuesas de estación con crema.
PD: no se preocupe por la falta de entradas. Si bien las hay, los platos son tan abundantes que no le harán falta.

Tío Paco
San Martín y Cap. Drury
Tel. 02972 427920
SAN MARTíN DE LOS ANDES

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