FOTO: FRANCISCO BEDESCHI
La Patagonia tiene costumbres casi siempre hiperbólicas, sea por su belleza, por su vastedad, por su espíritu indomable, por su pasado mítico, por sus soledades legendarias o por el casi constante silbido del viento. También por la tremenda fuerza de su naturaleza. En Coyhaique, Chile, un día cualquiera de agosto comenzó a nevar. Y nevó. Muchísimo. Tanto, que uno de los hangares del aeródromo local no resistió. Sucumbió ante la potencia de la eventualidad. La avioneta no pudo honrar a Dédalo esa tarde.