EL TODO Y LAS PARTES :: Carlos Juárez

El cielo azul es cielo y es azul El cielo anterior La otra ola, un estudio sobre Hokusai. El mar anterior . tríptico

POR ÁNGELES SMART

Cada uno de los trabajos de Carlos Juárez está compuesto por infinidad de partículas que yuxtapuestas espacialmente manifiestan la reunión de lo diverso. Como en los antiguos mosaicos orientales, actúan como pequeños diamantes que confluyen en una luz común. Manifiestan de modo pleno lo simbolizado por la idea de consonancia, esa belleza musical de sonidos que suenan con y junto a los otros. Las individualidades unen sus voces múltiples y diferentes para construir esa imagen de la unidad en la multiplicidad que llamamos acorde o sinfonía.

Las reconciliaciones son difíciles. También las conceptuales. Muchas veces se limitan a ser simples soluciones de compromiso para intentar que la praxis no resulte tan ardua. A pesar de ellas, una vez que la sospecha ha entrado en el espíritu, el retorno a la confianza parece ser un verdadero milagro. Pero como aún esperamos que éstos existan, iniciamos paso a paso, de a poco y con mucha cautela, un camino difícil pero necesario. La historia en general y el Siglo XX en particular nos han curado de espanto: totalitarismos, colectivismos, masificación y alienación; la aniquilación del sujeto ha acontecido en todas sus variantes. No es necesario (o sí) relatarnos estos procesos; en mayor o menor medida hemos sufrido la opresión de alguna estructura y hemos aprendido (o no) a sobrevivir en ella. Estado, sistema, partido, universidad, nación: los todos bajo sospecha, algo que nos hemos visto forzados a incorporar los hijos del Siglo XX.
Pero la vida es espontaneidad y movimiento, transformación y superación. De ahí que de una verdad aprendida pasemos a los contenidos, también verdaderos, no presentes en ella. Algunos han hablado de la nostalgia del todo, como de la espantosa sensación de asumirnos extrañando al verdugo que nos ha victimizado. Pero no se trata, en este caso, de eso. Acá no es al verdugo a quien se extraña sino al paraíso perdido que él nos ha robado. Porque exista o no, sea viable en este mundo o no, sabemos de un cosmos que es tierra prometida, sabemos de un universo que da leche y miel y también sabemos del cielo azul, que es cielo y es azul.
Y de estas realidades, parece ser, nos están hablando los collages de Carlos Juárez. El universo, el cosmos, el mar, los organismos, no son totalidades totalitarias, donde cada parte es sacrificada en miras a un todo al que pertenece pero que le es paradójicamente hostil. Por el contrario, cada pequeño fragmento, cada segmento de valor, cada recorte de papel ocupa un lugar y es su lugar, aquel que le corresponde. Como microcosmos colabora con aquel macrocosmos del cual forma parte. Hay órdenes no represivos, hay comunidades que ayudan al bien de sus miembros y puede darse un verdadero encuentro entre cosas distintas que permanecerán siendo distintas (sino no sería unión sino confusión, como dijeron los bizantinos). Alivio si los hay.
“Laberintos en Patagonia” se tituló la muestra temporaria de Carlos Juárez en el Museo Nacional de Bellas Artes, sede Neuquén, a fines del año pasado. Por primera vez un artista de la región ocupó las paredes que en otras ocasiones ocuparan Quinquela, Pablo Suárez, Gamarra, Noé, Espinosa, Lecuona, Testa y Fontana entre varios otros. Sin nombrar la última y magistral de Distéfano y aquellas de colecciones extranjeras que también tuvimos el privilegio de tener, por una vez, cerca: los grabados de Rembrandt en el edificio antiguo, los de Goya y la colección del Cubismo de Fundación Telefónica. Juárez trabajó tres años para esta muestra y el fruto estuvo a la vista de todos. Un paroxismo de formas y colores que se conjugaron con una técnica meticulosa: en su mayoría collages con óleo, éste último aplicado en glaceados y transparencias. También se expusieron ejemplos de arte digital.
Cada una de sus obras está compuesta por infinidad de partículas y que yuxtapuestas espacialmente manifiestan la reunión de lo diverso. Como en los antiguos mosaicos orientales que con sus colores y resplandores colaboraban con la belleza del conjunto, aquí los papeles (de diarios, de revistas, de distintos textos) actúan como pequeños diamantes que confluyen en una luz común. Manifiestan de modo pleno lo simbolizado por la idea de consonancia, esa belleza musical de sonidos que suenan con y junto a los otros. Las individualidades unen sus voces múltiples y diferentes, para construir esa imagen de la unidad en la multiplicidad que llamamos acorde o sinfonía.
“El collage es un lenguaje fructífero “afirma este arquitecto nacido en Córdoba que vive en la Patagonia desde 1981- de infinitas posibilidades aleatorias que permite expresar la simultaneidad a la que somos afectos en este siglo, una especie de zapping en donde uno trata de “encontrarse” con los otros y con uno mismo, con su época y las otras. Y sin embargo, al contrario de la velocidad que puede sugerir la simultaneidad, se congela en la reflexión que obliga esta búsqueda, pues ella transita lo efímero, marginal y mitológico.” En “La frecuencia del colibrí” (collage y óleo, 33 x 175 cm.) vemos círculos concéntricos donde predominan los celestes y azules. Como estelas formadas por gotas caídas en el agua, cada círculo empieza donde termina el otro, con una especie de suave y cortés contacto. Hay ritmo, composición, armonía. Pequeños resplandores de papel metalizado también nos sugieren un cielo de estrellas, pléyades, y galaxias. Del mismo estilo “El cielo azul, es cielo y es azul” (collage y óleo, 140 x 50 cm.) nos sumerge en un movimiento visual, donde los círculos en colores brillantes y más definidos, separados unos de otros, están rodeados de papeles en distintos tonos de azul y turquesa. Esta obra está inspirada en el desconocido ensayo del mismo título que escribiera un joven Borges en el año 1922 durante un viaje familiar a Comodoro Rivadavia. “El cielo anterior” (collage y óleo, 180 x 90 cm.) es un nocturno donde las inmensas alas de un cóndor planean sobre una línea esquemática de cordillera, los colores entre tierra y apagados, dan profundidad y quietud. Los fragmentos del papel son irregulares y hasta caóticos, cual estratificaciones de piedras. También vemos estratos y sucesión de sedimentos en el impresionante tríptico “El mar anterior” (collage y óleo, 0,60 x 300 cm.). Ya no el abismo de cielos infinitos sino el de la profundidad de los mares: con sus arenas, tesoros, reflejos y organismos. La misma y profunda idea: la multiplicidad es riqueza y la variedad alegría.
Los motivos de la obra de Juárez son ancestrales, profundos, universales. Las formas son orgánicas, regionales, personales. Cuando se le pregunta por su experiencia artística remarca su radicación en la Patagonia: “La fuerza de la estepa, la cordillera y el mar. Sus mitos y leyendas. Los pueblos originarios. El misterio de su arte rupestre. Sus paisajes, su flora y fauna. La humildad de sus paisanos. La fuerza de los pioneros. Las matanzas de la conquista del desierto. El viento, la nieve. La inmensidad. Todo eso conmueve, es fuerte y transformador.” Para su arte la experiencia del sur fue evidentemente un punto de inflexión y la posibilidad de una explosión creativa. Según Luis Felipe Noé la estructura paradojal de la Patagonia reclamaba su formulación artística y Carlos Juárez aceptó el desafío: adentrando en sus paisajes, sus problemáticas, sus heridas; profundizando en sus leyendas, su arte y sus símbolos. Trabajando día a día; conociendo todo y no descartando, sin embargo y milagrosamente, nada. –

Info
Carlos Alberto Juárez (Córdoba, 1952)
– 1976: arquitecto por la Universidad Nacional de Córdoba.
– 1981: se radica en Neuquén. Actualmente trabaja como arquitecto en las Áreas Protegidas de la Provincia de Neuquén.
– Desde 1988 ha expuesto individual y colectivamente por todo el país y su obra ha recibido diversos premios nacionales y regionales, como los de la Fundación Banco Provincia de Neuquén, Bienal Patagónica FUNDESUR, Bienal Patagónica Municipalidad de Bahía Blanca, Buenos Aires; Fundación Bolsa de Comercio; Museo Municipal de Bellas Artes de Bahía Blanca, Buenos Aires y Salón Nacional de Artes Plásticas. Participa de numerosos salones nacionales y regionales en distintas provincias argentinas.
– Ejerció la docencia artística en escuelas de la cordillera neuquina y en el Taller de Extensión de la Universidad Nacional del Comahue. Ha realizado murales e ilustraciones de libros de poesía, cuento y ensayo.
– En 2009 fue el primer artista regional que expuso en la sede del MNBA, inaugurando así una serie que tendrá como protagonistas a destacados artistas locales.

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