El maestro de piano

Notable semblanza. Fragmentos de un recuerdo, itinerarios de una biografía. Evocación de Diego Rapoport (1948-2011). Músico extraordinario. Alma de diamante.

No puedo decir que fui su amigo ni tampoco que no lo he conocido. Diego tocó durante más de dos años en Il Gabbiano todos los viernes con Pope González, Ricardo Villar, Hughi Barrionuevo y Sebastián Groshaus entre otros. Fue un placer que disfrutamos todos, clientes y staff. Noches mágicas que siempre recordaré. Luego del horario de cierre, el ritual se completaba con una larga cena hasta la madrugada.

Gourmandise de la boca para afuera, la comida fue unos de sus temas preferidos. Apasionado de la cocina, refinadísimo, pero de poco apetito.Cuando asistí al homenaje que se hizo en Bariloche, entendí que había un Dieguito que se prodigaba en relaciones multilaterales y nos daba un pedacito de sí, bien distinto, a cada uno de nosotros. Decir que se prodigaba es una manera de hablar: en realidad se trataba de un cabrón encantador al que no era fácil tratar de entrada. Cuando se disolvían los cubos de hielo de su vaso de whisky, aparecía un ser educado, respetuoso, cálido, afectuoso. Cuando no se disolvían, no.
Cuando estaba en Buenos Aires tocando con Luis Alberto Spinetta y siendo una estrella del rock argentino, decidió abandonar ese lugar para venir a Bariloche a dar clases de piano y tocar en azarosas ocasiones. Consultó a una numeróloga sobre esta decisión y la respuesta de la experta fue la siguiente: “Sos un Once que se empeña en ser Cuatro”.
Nos gustaba con Pope  hacerle contar una y otra vez su viaje en ciclomotor desde Italia a Irán. Había llegado a Italia de paso de una gira por Etiopía que tuvo algunos inconvenientes. El viaje lo hizo con un amigo haciendo tramos andando y otros en tren.Sufrieron algunas peripecias como robos y escasez monetaria, pero el embajador argentino en Teherán dibujó un empleo de bibliotecarios que les permitió un retorno más amable, regresando a Buenos Aires desde Génova. Era una delicia verlo revivir esos momentos. También aprovechábamos alguna distracción suya contando alguna labor musical, que prefería olvidar, para divertirnos un poco. Tampoco se la hacíamos tan fácil. Nos cobrábamos la fatiga de ayudarle a cargar su pesadísimo piano y trajinar sus pequeñas manías.
Fue joven alumno del maestro Carlos Guastavino, quien era amigo de su familia. En ocasión de una visita del maestro en una Nochebuena, le hizo escuchar con cierta cautela a Bill Evans, a quien Guastavino no conocía. Luego de escuchar atentamente, cenaron y después, en el concierto familiar, su maestro tocó un perfecto estilo Bill Evans.Hay músicos que tocan para sus colegas y para los críticos, desarrollan técnicas sobresalientes convirtiéndose en una especie de atletas. Diego era un artista que tocaba para emocionar. Cuando fue invitado a tocar en el mega concierto Spinetta y las Bandas Eternas, hicieron juntos una conmovedora versión de Ella También. Spinetta tocó y cantó una canción perfecta, en su hechura y en su interpretación en voz y guitarra. Diego Rapoport le construyó un mundo, le puso pisos, cielos, mares, olores y colores.■

Ella también (Luis Alberto Spinetta)
Ella también se cansó de este solviene a mojarse los pies a la lunacuando se cansa de tanto querer ella es tan clara que ya no es ningunasube a las hojas y cae hasta el marcómo es que puedo tocarle las manosde dónde vienen quienes al nacerllueven y llueven y en ella se juntanyo me recuesto y ella en el finalviene a dormirme movida de estrellasviene a dormirme movida de estrellas.

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