Educar contra viento y marea :: NELLY PANIZZA

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POR MARÍA EUGENIA DE CICCO
FOTOS ELIANA MOSCOVICH

Entregada al trabajo de contención social en uno de los barrios más vulnerables de Bariloche, Nelly Panizza lucha todos los días para que decenas de chicos puedan educarse. En su odisea para construir la Escuela Kailén llegaron muchas manos solidarias. Incluso la del recordado actor Paul Newman.

Para llegar hasta la Escuela Kailén hay que atravesar buena parte de la ciudad, en dirección sur, por calle Rivadavia. Atrás quedan el Centro Cívico, la Catedral y el lago Nahuel Huapi. A medida que nos acercamos, la idílica postal barilochense se va diluyendo.

La escuela se alza como un faro entre las precarias casillas de madera que se multiplican todos los días en el barrio El Vivero. Por las chimeneas de las casitas se escapa el humo de las salamandras que calefaccionan el interior. Afuera, la ropa tendida, dura por la helada de la noche anterior, comienza a recuperar su forma con los primeros rayos del sol.

Kailén fue inaugurada en el 14 de marzo de 2005 luego de diez años de arduo trabajo, de golpear puertas y, claro está, mover montañas con las manos. “Cada vez que poníamos un ladrillo, era una fiesta”, recuerda hoy Nelly Panizza, presidenta de la asociación civil sin fines de lucro “Aldea Infantil Bariloche”, institución responsable de esta escuela pública de gestión social.

Los orígenes de Kailén se encuentran en la gran nevada de 1995. Movilizadas por la crudeza de aquel invierno en los barrios del sur de Bariloche, un grupo de mujeres abocadas a tareas sociales se acercó hasta el barrio El Vivero para llevar abrigo y alimentos. Nelly era una de ellas. La nieve acumulada había dejado el barrio prácticamente aislado y hasta entonces la escuela más cercana estaba a treinta cuadras por lo que muchos chicos pasaban días sin ir a clases. Así empezó a gestarse la idea de hacer escuela más cerca del barrio. El entusiasmo de Nelly le ganó a su timidez –“todavía hoy tengo vergüenza de pedir”, aclara- y la llevó a presentarse en la oficina de Edgardo Gagliardi, entonces intendente de Bariloche, para gestionar tierras para el proyecto. El primer paso parecía marcar el éxito de la futura escuela, con la entrega del terreno. “En 1995 hicimos los cimientos y diez años después inauguramos el edificio. Antes nadie nos creía ni le importaba hacer una escuela tan lejos del centro”, relata Nelly.

¿De quiénes recibieron ayuda o donaciones para hacer la escuela?

– En un comienzo, recibimos ayuda de todo el mundo. Durante cinco años, el golfista Vicente “Chino” Fernández nos donó el dinero recaudado de los distintos torneos que organizaba en Bariloche. Y también nos ayudó Paul Newman o, más bien, la gracia divina. Si no, ¿de dónde voy a conocer yo a Paul Newman? (Risas).

¿Cómo llegaron hasta Paul Newman?

– Hace algunos años atrás, yo cuidaba a una señora mayor y un día la acompañé al dentista. En la sala de espera había una revista con una entrevista a Paul Newman. En el artículo decía que todo lo recaudado de la venta de sus productos Newman`s Own Inc., se donaba a distintas instituciones alrededor del mundo dedicadas al cuidado de los niños. Como en la sala de espera no había nadie, arranqué la hoja de la revista, la metí en la cartera y me la llevé a mi casa. Ahí figuraba un teléfono de Buenos Aires. Llamé inmediatamente y les conté de qué se trataba lo que estábamos haciendo en la escuela. Eso fue un lunes a la mañana y la convocatoria cerraba el viernes de esa semana. Había que mandar una carpeta con información de la asociación, todo en inglés y castellano. Tenía un amigo en la Fundación Bariloche que hablaba inglés y le pregunté si me ayudaba a armar la carpeta. Me dijo que sí y nos reunimos esa misma tarde. También mandamos unas fotos que teníamos del terreno y de los chicos. Mi hija Pilar había hecho un cartel en inglés que decía: “We love you. We want to meet you” (“Te amamos. Queremos conocerte”), así que los chicos se sacaron una foto con ese cartel y se la mandamos. El miércoles estaba saliendo todo el material para Connecticut, Estados Unidos.

¿Cómo siguió la historia?

– En esa época, mandé cerca de 300 carpetas con el proyecto de la escuela a las personas más locas que se me ocurrieron: Marcelo Tinelli, Mirtha Legrand, al Presidente, no sé a quién no le habré enviado, así que para mí ésa era una carpeta más. Qué iba a pensar que Paul Newman se iba a fijar en nosotros, pero como todo iba sucediendo a una velocidad increíble. A los 20 días nos llegó un fax, que todavía conservo, que decía: “Por expreso pedido del señor Paul Newman, le enviamos una cifra de 5 mil dólares para la escuela”. Todavía estábamos en el 1 a 1: con esa plata compramos las ventanas pero las robaron al otro día. Al año siguiente, volvimos a presentarnos para esa ayuda económica y nuevamente eligieron a la escuela, así que nos enviaron otros 5 mil dólares, pero ya 1 dólar no era 1 peso sino 3. Esa vez estuvimos más astutos, no trajimos las ventanas hasta el día que las colocamos. Volvimos a presentarnos al otro año y esa vez los 5 mil dólares vinieron en productos Newman´s Own Inc. Llegaron cajas y cajas de chutneys y pochoclo que vendimos durante todo un año. Siempre para Navidad, le mandábamos a Paul Newman algún regalito hecho por los chicos.

Nelly no duerme

A sus vitales 86 años, Nelly tiene en sus planes construir un jardín maternal y un hogar para ancianos. Cuando no está en la escuela, dedica su tiempo de ocio a cantar Gospel con un grupo de amigas: “La más joven tiene 65 años”, advierte. Si Nelly y la comisión directiva de Kailen han conseguido poner en pie una escuela que hoy tiene más de cien alumnos y pronto tendrá su séptima promoción, es por su honestidad y constancia para trabajar. Quienes la conocen, saben que no tiene auto, su casa es la misma desde hace cuarenta años y que vive de una jubilación. “Siempre sigo igual, pero para mí el compromiso con “El de Arriba” es lo más importante, es lo único de valor que tengo”, explica. En septiembre de este año, recibió la distinción “Evita Compañera” que entrega el Senado de la Nación a distintas mujeres por su labor de integración y compromiso social. Sin embargo, Nelly tiene muy presente que los logros de todos estos años para la escuela son producto del esfuerzo compartido con el resto de la comisión directiva. “Estoy infinitamente agradecida con todas ellas”, señala.

¿Cuál es la principal necesidad de la escuela hoy?

-Terminar de construir un gimnasio para que los adolescentes puedan tener su lugar y no estén en la calle. Remamos siempre contra la corriente porque nadie cree en la necesidad de los niños de poder tener su espacio. A la tarde hay chicos que salen a sentarse en el cajón de la basura con piedras en la mano para tirárselas a los autos sólo porque están aburridos. Hay amigas que todavía me dicen: “¿No te da miedo que te maten en el camino?”. Nunca se me ocurrió eso. Yo no me siento separada de ellos. Yo en su lugar no sé qué no haría.

Muchas emociones a los largo de todos estos años.

– Sí, hemos pasado por muchas emociones. Nos asaltaron 54 veces. Una vez nos robaron un televisor que habíamos traído a la escuela para el Mundial 2006. Sabemos quién fue porque los chicos te cuentan todo. El televisor era de mi padre, un Hitachi japonés blanco y negro en el que se veía muy bien. Yo viví dos años en la escuela: el frío que pasé aquí no se puede describir. De noche había balaceras y se escuchaba a los asaltantes que se escapaban a caballo y corrían alrededor de la escuela. Pero cada vez que hubo negación, que las cosas no avanzaban o no salían bien, iba al cuadrito que tengo con la imagen de Jesús que es mi maestro y lo patoteaba… Y así se fue dando todo, de a poco. Fue creer o reventar. Pero cómo de educar se trata, yo sigo.

UNA CAL Y UNA DE ARENA

En la actualidad, la Escuela Kailén tiene una sala maternal para niños de un año y medio a tres años, jardín, preescolar y primaria. Son cerca de 110 alumnos. Además de las actividades escolares habituales, los chicos tienen clases de yoga y un taller de panadería. Todos los años la escuela realiza distintos proyectos para promover la lectura, hábito que es difícil de inculcar, reconoce Nelly. Sin embargo, el principal problema con el que se enfrenta la comunidad educativa es la falta de contención y diálogo dentro del hogar. “Cuando empezamos con la escuela decíamos: ¿qué vamos a hacer con tantos problemas que tienen los chicos? ¿Sólo le vamos a enseñar que dos más dos es igual a cuatro? No, los vamos a abrazar”. Y entonces los abrazamos y los chicos se prenden y se quedan. Y cuando los niños llegan a la escuela, abrazan al portero, a las maestras”, relata Nelly.

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