Una exposición fascinante e inabarcable como el propio mundo del vino

  

POR ANABELLA ALCUAZ

Se trató, efectivamente, de una exposición tan fascinante e inabarcable como el propio mundo del vino. Es precisamente lo que sentí al llegar al centro de exposiciones ubicado en las afueras de la ciudad francesa de Burdeos. Desde muy temprano la playa de estacionamiento estaba desbordaba de buses, autos y gentío. Es una feria divina, llena de vida, muchísimo calor, largas esperas hasta para comprar un sándwich, que nos invita a viajar por todas las regiones vitícolas del mundo a través de los vinos y su gente. Tantas regiones como nuestro tiempo y pies nos permitan recorrer.
Miles de expositores y productores de vinos y espirituosas se reúnen allí cada dos años para mostrar sus productos y hacer negocios. Durante cinco días en el mes de junio estuve degustando vinos del mundo y, por supuesto, el tiempo no me alcanzó: Alemania, Grecia, Hungría, Bulgaria, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Napa, Loire, Austria, Bulgaria, y muchos, muchos más. Caminé una buena cantidad de kilómetros y cada tanto terminaba transportándome en los carritos de golf que hacían las veces de taxi con chofer y avanzaban por los caminos laterales de un pabellón a otro, aliviando el cansancio de varios que, como yo, querían seguir de pie y no sabían cómo hacer.
Cada país tiene un sector dentro de los distintos pabellones, que nuclea a las bodegas de su nacionalidad. Por supuesto que Argentina también estuvo presente, tanto a través de bodegas con su propio stand como de muchas otras que se reúnen bajo el paraguas de Wines of Argentina. Muy cerquita de Argentina estaban los expositores de Cahors, una denominación de origen del sudoeste de Francia, de donde es originaria nuestra querida variedad Malbec. Y la ubicación no fue casual. Si sumamos el éxito argentino en el mundo de nuestro varietal insigne con la tradición del “vino negro de Cahors” de los colegas franceses, resulta lógico que los clientes interesados en esta variedad visitaran todos los stands. Cada cual con su estilo. Los Cahors bien estructurados, con notas a frutos negros, violeta, especias y taninos marcados y maduros. De allí aproveché la cercanía de Chile y disfruté de sus excelentes Cabernet Sauvignon, Syrah y Carméní¨re; también los espumantes de Brasil y los Tannat de Uruguay.
Me encontré con una enóloga española amiga que se escapó un ratito de su stand para que pudiéramos compartir la cata de los vinos premiados de la revista americana especializada Wine Spectator. Fue muy interesante ya que, además de comentar nuestras respectivas sensaciones y opiniones, pudimos degustar grandes vinos de distintas regiones de mundo, que habían obtenido los mejores puntajes otorgados por la revista. Más de 60 muestras en un rato y sin tener que trasladarnos por los distintos pabellones.
Otro de los atractivos de la feria fue la posibilidad de asistir a diferentes charlas, catas guiadas y seminarios. Uno de los salones más visitados fue sin duda el de los vinos orgánicos, biodinámicos y/o naturales que están despertando mucha curiosidad en los consumidores.
Una experiencia inolvidable que me dejó con ganas de repetirla. –

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