Un peregrinaje por la Patagonia

Texto: María Eugenia De Cicco | Fotos: Stevie Anna y Javier Castillo

Una mujer, dos caballos y una perra en un viaje desde Bariloche hasta El Chaltén. Más de mil seiscientos kilómetros recorridos en ochenta y cinco días atravesando la inmensidad,  orillando la Cordillera de los Andes para conocer la cultura del campo.

Expedición “Patagone” es el nombre que Stevie Anna Plummer dio a esta increíble aventura que emprendió junto a su perra Darcie y sus dos caballos, Bandido y Sundance, el 3 de noviembre de 2017. Semejante viaje no surgió de un día para el otro. Fueron más de dos años de planificación y preparación, búsqueda de caminos, mapas y equipo apropiado. “El primer día fue el más largo y estresante. Salir de Bariloche llevó horas de andar a caballo por calles muy transitadas, preguntándome todo el tiempo si me habría olvidado algo de equipo”, relata Stevie mientras toma su café negro.

Stevie Anna Plummer nació en Estados Unidos, creció en los bosques de Oregon y los desiertos de Texas. Se crió desde pequeña junto a los caballos y ha pasado buen parte de su vida trabajando con ellos. Hace tres años, llegó a Bariloche y se quedó. La Patagonia es ahora su morada, su hogar. “Al llegar, comencé a trabajar con Carol Jones en la Estancia Nahuel Huapi. Cuando conocí un poco más de acá y las montañas, quise conocer más la Patagonia, la cordillera. Me encantó la cultura del campo y la mejor forma de viajar por Patagonia es a caballo”, explica en un correcto español.

Así, decidió emprender esta expedición para descubrir y documentar la vida de campo por estas latitudes y conocer a los gauchos. Hombres y mujeres que viven, cuidan y trabajan la tierra de sol a sol. “Todo en Patagonia me encanta. Me gusta la vida de campo, que es dura pero tranquila. La gente es más natural y espontánea”, expresa.

Miles de hectáreas de campo en la Patagonia están cercadas por kilómetros de alambrados. Tranqueras con candado, carteles que anuncian “Propiedad privada” o “Prohibido pasar”. Para la Expedición “Patagone”, Stevie, junto a Darcie, Sundance y Bandido tuvo que pedir permiso a los puesteros para poder atravesar aquellas enormes estancias. “Los mapas ayudan, pero ayuda más ir hablando con la gente. Dependés de dónde está la tranquera, si tiene candado, dónde está el pasto y el agua para los caballos”, advierte. Dentro de su equipo, llevó mapas de la zona, GPS, brújula, paneles solares, linternas, kits de primeros auxilios para ella y los animales, una carpa, equipo de cocina, ropa y calzado de montaña, comida para Darcie y una larga lista de elementos que le tomó mucho tiempo pensar.

En cada jornada hicieron entre 30 y 50 kilómetros, dependiendo de las inclemencias del clima y estado del camino. “Fuimos siempre bordeando la cordillera, me levantaba a las tres de la mañana, tomaba mi café, desarmaba la carpa, ensillaba los caballos. Salíamos a las 4:30 ó 5 que está más fresco por los animales hasta las 12 del mediodía que parábamos. Entonces los caballos tenían todo el día para comer y descansar. Llegaron más gordos de lo que salieron porque pudieron comer pastura natural”, indica.

Como suele suceder cerca de la Cordillera, el clima es muy cambiante y puede ser un obstáculo más.  “Cuando salía el sol se sentía mucho el calor. La arena se calentaba y quemaba las patas de la perra. Por eso viajábamos hasta el mediodía. Hubo mesetas a las que tardamos varios días en cruzar sólo por el viento. También nevó varias veces. Hubo una tormenta que “cerró todo” y el viento tiraba los árboles. Casi se rompió mi carpa”, cuenta.

El equipo Patagone

Stevie tiene a Darcie desde que era una cachorra de seis semanas. Está acostumbrada a viajar. La acompañó en su travesía en camioneta por veintiséis estados en Estados Unidos. “Ya es toda una viajera. Ahora sé que no hubiera podido llegar a este punto sin ella”, confiesa.

“Sundance tiene veintidós años. Es un poco viejo, es un criollo de las montañas, es muy fuerte y anduve más en él que en Bandido, que es más “pilchero”, para cargar cosas, porque es más joven. Bandido es un poco porfiado y lento. Sundance es más rápido, así que si andás en él más rápido, el otro tiene que tener el mismo ritmo. Los dos son muy personajes y tienen muy buenas características”, dice sobre sus caballos o sus “perros grandes”, como también los llama.

En el viaje llegaron hasta la Estancia Numancia en el suroeste de Chubut. Allí se quedaron cerca de una semana para que los caballos pudieran descansar bien. Stevie aprovechó para aprender todo lo que puedo de la vida de campo y manejo de ganado ovino. Junto a Marcelo Pérez del Barrio, dueño de la estancia, Darcie y los perros del campo, arriaron a más de dos mil ovejas para llevarlas hasta el lugar donde pastarían todo el verano.   Durante largos días Stevie no se cruzó con ninguna persona en su camino. Sólo se encontró con algunos guanacos, choiques y piches. Incluso algunos zorros grises muy curiosos los siguieron durante pocos kilómetros. En todo el viaje se topó con un solo puma, muy cerca del Lago Belgrano. Fue un encuentro sin peligro.

Tiempo para pensar

Para su larga travesía, llevó comida liofilizada, salamines y quesos, para no cargar demasiado peso. Muchas veces fue invitada por los puesteros y su familia a compartir mate y tortas fritas, a comer un cordero al asador y pasar la noche en un galpón o bien en la casa de los anfitriones.   Durante la expedición, Stevie llevó un registro en un diario, tomó notas de voz en su celular y sacó miles de fotos. Aún no sabe qué hará con todo ese material, dice. Tal vez un libro.  “Lo mejor del viaje fue la gente. Muy amable, generosa. Fue una sorpresa para ellos ver llegar de la nada una gringa con dos caballos y un perro. Siempre me invitaron a quedarme. Se encuentran con una extranjera a caballo hablando de su misma tierra con ellos, es algo muy lindo que compartimos. Me motivaron a seguir el viaje”, señala.

Stevie sabe que un viaje es una experiencia transformadora. Ante la pregunta inevitable ¿cómo te cambió esta expedición?, responde: “Es difícil. Está pasando ahora, está en proceso. Tres meses sola sobre un caballo: tenés tiempo para pensar. Creés que vas a llegar a destino con todas las respuestas a tus preguntas. Pero llegué a El Chaltén con preguntas que nunca tuve. Ahora es el gran desafío volver a la vida real”, aclara.  Esta gringa enamorada de la Patagonia ya sabe el destino de su próxima aventura: Tierra del Fuego. “Estoy leyendo un libro de Lucas Bridges El último confín de la Tierra. Me gusta el proceso de preparar el viaje, conocer la historia”, cuenta.

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