Pura sangre :: CHAPELCO

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TEXTO MARCELA FERREIRO
FOTO
 
DIEGO COSTANTINI

En Chapelco se encontraron dos grandes esquiadores. Los une la sangre, el amor y la salvaje manera de disfrutar la montaña. Se trata del austríaco Richard Berger, notable esquiador con todos los podios posibles, y su hijo, el argentino Jonathan Berger, instructor de esquí y heredero de una vieja tradición familiar en Chapelco.

Según dicen los entendidos, pura sangre es la raza de caballos más rápida y de las más valiosas en el mundo. Se trata de una combinación de equinos de diferente carga genética. La metáfora nunca estará mejor aplicada que en este caso ya que hablamos de Richard Berger, austríaco, esquiador profesional y campeón de campeones en esquí alpino, quien subió a los más grandes podios de las competencias  internacionales. Y de su hijo, Jonathan Berger, argentino, instructor de esquí, nacido en cuna montañesa, quien además lleva la carga genética por parte de madre de uno de los más grandes pioneros del esquí en la región.

Las pistas de Chapelco tienen mucho que ver en la historia personal y profesional de ambos. Y tanto ellos como su familia también marcaron a fuego su propio sello en Chapelco. Marcas, que en la nieve son huellas, pero que ni una avalancha lograría borrarlas.

Bajo una de las más grandes nevadas que Chapelco vivió en la inolvidable temporada 2015, Richard y Jonathan Berger fueron nuestros anfitriones en este centro de esquí que es “su casa” y que vivió uno de los inviernos más importantes de su historia, ya que celebró la inauguración de la nueva silla cuádruple del Mocho. La noticia de la incorporación de este nuevo medio de elevación nos lleva a recordar la historia del desarrollo firme y constante de Chapelco, en el cual Américo Astete, abuelo materno de Johnny resultó pieza fundamental. Don Américo, fue de aquellos increíbles pioneros que en la década del 40,  junto a Federico Graef, escalaban a pie con las tablas al hombro buscando la ladera de una montaña que les permitiera realizar su deporte favorito. Así trepaban todo un día para dormir en el refugio de madera que construyeron (y que aún resiste el paso del tiempo en la cota los 1750 metros de Chapelco), para realizar un sólo descenso al día siguiente con esquíes de madera. Esta pasión montañesa impulsó y condujo de manera inevitable a la creación y desarrollo de este centro de esquí. Pasión que Américo Astete contagió a fuerza de ejemplo, alma y relato, no sólo a sus hijos y nietos sino a toda la comunidad de San Martín de los Andes.

Richard Berger y Verónica Astete (la hija mas chica de Américo) se conocieron y mantuvieron una carrera ascendente de logros profesionales compitiendo y trabajando en los centros de esquí más importantes de Europa, alternándolos con Chapelco, donde ambos fueros instructores de la escuela de esquí, y donde nació Johnny. La vida separó los caminos de ambos, pero la pasión por la montaña late y vive en todos los miembros de esta historia, haciendo que Richard Berger, uno de los competidores de esquí alpino más grandes de la historia, regrese una y otra vez al increíble cerro Chapelco a disfrutar de su máxima pasión, en compañía de su hijo, quien hoy también es instructor en la nieve y reconocido deportista en la montaña.

La carrera profesional de Richard Berger registra desde el año 1986 podios en las pistas y competencias más reconocidas del mundo. Algunas de las últimas fueron Powder 8 World Champion en Canadá, International Ski Contest Champion Japan and Korea, ISIA World Championship, St. Anton/Arlberg Austria, Nozawa Onsen, Japón, o Beiterstoilen, Noruega.  La perfección de su técnica se mezcla con la increíble destreza y arrojo que sólo los más grandes esquiadores de la historia llevan en su ADN. Y esto es lo que queda plasmado en las maravillosas pistas de Chapelco, en su fuera de pista y en sus increíbles back bowls cada vez que Richard Berger regresa a su amado centro de esquí argentino para compartir  esa pasión irrefrenable en la nieve, con su descendencia, con sus ex-compañeros de la escuela de esquí, con sus amigos y el público experto que, al reconocerlo, se roba una foto con el más grande.

Será la magia del bosque lengas que los recibe como a un amigo, la nieve generosa que los bendice con su abundancia y algún cóndor que sobre el horizonte del majestuoso Chapelco les da la bienvenida y rinde homenaje a los más grandes, lo que hace que una y otra vez estos “pura sangre” vuelvan a disfrutar de Chapelco.

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