París, la ciudad de los mil y un adjetivos

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POR: MARÍA EUGENIA DE CICCO
FOTOS: © PARIS TOURIST OFFICE

Bohemia, misteriosa, opulenta, mítica, eterna. Su magia no cabe en una sola palabra. De día, de noche o en cualquier época del año, la “capital de las luces” posee un encanto difícil de resistir.

Es imposible no enamorarse de las estrechas callecitas adoquinadas en el barrio latino; sentarse en cualquier banco del Parque de Luxemburgo a leer sin antes admirar sus flores y sus fuentes de agua; sentir la brisa del río Sena en la cara o contemplar la ciudad de noche desde la cima de la Torre Eiffel sin emocionarse. Cómo no envidiar sanamente a los parisinos afuera de los café, compartiendo largas charlas y una copa de vino, saboreando cada sorbo y cada palabra. París es una fiesta.

Conocer la ciudad -o sus principales atractivos- demanda varios días o quizás, toda la vida. Por lo tanto, resulta difícil elegir qué visitar y qué dejar de lado. Aún así y prescindiendo de toda imparcialidad, he aquí algunos lugares destacados para conocer.

LA TORRE EIFFEL
Es probablemente el primer lugar que visita todo aquel que llega a la capital francesa. Nadie puede decir “estuve en París” sin esta postal con miles de ángulos posibles. Con sus 300 metros de alto y más de 7 mil toneladas de hierro, la Torre Eiffel se alza como una de las obras arquitectónicas más icónicas. Está abierta al público prácticamente todos los días del año desde las 9 am hasta las 11 pm y recibe cientos de visitantes de todo el mundo en cada jornada. La vista panorámica es excepcional y desde las alturas se distinguen otros puntos de interés: el Arco del Triunfo, el Hotel des Invalides, la torre Montparnasse, la Basílica del Sagrado Corazón, la iglesia de la Madeleine, el Museo de Louvre, la Catedral de Notre Dame, el río Sena y sus hermosos puentes, por citar solo algunos.

En el primer nivel de la torre, se destaca un tramo del piso transparente, hecho de vidrio reforzado por lo cual se puede mirar por debajo de los pies los 57 metros que hay hasta la base. Quienes sufran de vértigo, mejor abstenerse. En el siguiente piso, al cual se puede acceder por una antigua escalera caracol o por ascensor, se encuentra una exhibición permanente con la historia de la construcción y funcionamiento de este monumento. Por último, la cima. Desde la segunda planta se recorren 180 metros en el ascensor acristalado para llegar hasta lo más alto de la Torre Eiffel. Allí, se encuentran una reconstrucción de la oficina del ingeniero Gustave Eiffel -creador de la torre- y un bar de champagne, donde por unos euros se puede hacer un brindis y beber estrellas, muy cerca del cielo.

EL MUSEO DE LOUVRE
Está compuesto por tres alas: Richelieu, Sully y Denon, estructurado a su vez en distintos niveles y salas. Por sus dimensiones, es preciso tomarse prácticamente un día completo para recorrerlo. Acoge colecciones de arte desde la Edad Media hasta 1848 que comprenden antigüedades orientales, egipcias, griegas, etruscas y romanas, artes del Islam, objetos de arte, pinturas y esculturas. Antiguamente, una parte del actual Louvre fue el palacio de los reyes de Francia. Es sin duda, el más célebre y visitado de los museos del mundo.

Su acceso principal se encuentra en la pirámide de cristal en el centro del edificio. La cola para el ingreso es larga si no se compra el ticket previamente. Para evitar la espera, es recomendable comprar la tarjeta “París Museum Pass”, con la cual se puede ingresar a más de 60 puntos de interés en París, sin demoras ni pagar la entrada.

Una vez en el interior del museo, resulta imperativo buscar un plano para poder organizar la visita, más allá que toda la señalética sea impecable. También es recomendable alquilar por 5 euros una audio-guía para escuchar los comentarios de expertos de las piezas más destacadas del museo y no perderse sus secretos.

La gran estrella del museo es La Gioconda de Leonardo Da Vinci. Sin embargo y a diferencia de la gran mayoría de las piezas exhibidas en el Louvre, es imposible acercarse hasta esta pintura para mirarla en detalle. En primer lugar, porque la sala siempre está llena de gente que se agolpa en la baranda-perímetro que separa al público del cuadro para tomar una buena foto y, para colmo de males, está detrás de un vidrio blindado, siempre custodiado por guardias. Más allá del pequeño sabor a decepción que uno se lleva por no poder acercase a la “Mona Lisa”, el museo posee miles de obras de arte invaluable y fundamental que son ya patrimonio de la humanidad, para poder observar, conocer y maravillarse: las esculturas de la Venus de Milo, el Esclavo Moribundo de Miguel Ángel y Amor y Psique de Antonio Canova; las pinturas La Libertad Guiando al Pueblo de Eugène Delacroix, Las Bodas de Caná de Paolo Veronese y Muerte de la Virgen de Caravaggio; la estatua sentada de Ramsés II o la recreación de los lujosos apartamentos de Napoleón III.

EL ARCO DEL TRIUNFO
Otro de los sitios emblemáticos de la ciudad, ubicado en la Plaza Charles De Gaulle, donde convergen 12 importantes avenidas, una de ellas, Champs Élysées. Quien mire una foto aérea podría tranquilamente pensar: “todos los caminos conducen al Arco del Triunfo”. Este monumento fue encargado en 1806 por el emperador Napoleón I para celebrar sus victorias y así honrar al ejército francés. Una obra verdaderamente grandilocuente que tardó 30 años en completarse, con 70 mil toneladas de piedra, 50 metros de alto, un friso de 137 metros que rodea todo el monumento, cuatro bajorrelieves imponentes y en cada uno de sus pilares, esculturas de más de 2 metros que representan: el Triunfo, la Resistencia, la Paz y La Marsellesa. Un colosal testimonio del poderío militar -y económico- de Francia durante el Primer Imperio que ni el propio Napoleón puedo ver finalizada.

El tránsito alrededor del Arco del Triunfo es incesante y por este motivo está prohibido cruzar caminando o, mejor dicho, corriendo. Para acceder al monumento es preciso pasar por un túnel subterráneo que nos dejará a sus pies. Allí, en la base del monumento, descansan los restos del Soldado Desconocido, quien muriera en nombre de Francia durante la I Guerra Mundial y no pudiera ser identificado. De algún modo, este sitio rinde homenaje a todos los caídos durante la ofensiva, donde todos los días a las 6.30 pm se avivan las llamas de la hoguera que se encuentra a la cabecera de la tumba del luchador anónimo.

Para acceder a la cima del Arco y su vista panorámica, hay que subir 184 escalones de firme mármol, no sin antes pasar por la exhibición permanente que relata su historia y los detalles de las aventuras bélicas de Napoleón.

LA CATEDRAL DE NOTRE DAME
Se trata de de una de las catedrales góticas más antiguas del mundo, construida entre 1163 y 1245. Ni más ni menos que 8 siglos a través de los que han tenido lugar allí hechos históricos como la coronación de Napoleón Bonaparte y de Enrique VI de Inglaterra y la beatificación de Juana de Arco. Es además el escenario donde transcurre “Nuestra Señora de París”, la novela de Víctor Hugo, que tiene como uno de sus protagonistas a Quasimodo, un jorobado sordo que se encarga de sonar las campanas de la gran catedral.

A lo largo de los años, Notre Dame tuvo una serie de remodelaciones y restauraciones, debido a su deterioro durante las revueltas de la Revolución Francesa. Uno de los encargados de llevar adelante las obras fue el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc a partir del año 1843. Las famosas quimeras y las gárgolas que se encuentran en las torres de la catedral fueron creadas por este arquitecto, las que además, cumplen una doble función: son a la vez sistemas de evacuación de agua de lluvia que decoran el edificio y lo protegen de los malos espíritus, tal como se creía en la Edad Media.

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