Estrategias para un consumo ideal

POR GILLERMO KEMPIN

La industria de la alimentación ofrece muy buenas oportunidades para lograr una combinación perfecta: comprar diariamente alimentos frescos, evitar desperdicios inútiles y mejorar nuestra calidad de vida.

Desde el inicio de la Revolución Industrial, que permitió la adquisición de bienes a una gran cantidad de personas que nunca hubieran soñado con ello, podemos decir que se ha llegado al máximo de los niveles de consumo en todas las formas posibles. Consumimos, entre otras cosas, comunicación, movilidad, entretenimiento, alimentos, medicina, vestimenta.
Para llevar adelante esta forma de vida, además de pagar el alto costo que requiere, nos movemos de un lado a otro con el consiguiente recorrido de kilómetros, contaminando el aire, quemando combustibles no renovables y usando neumáticos que no se sabe bien dónde van a parar.
Este paradigma de vida tan exitoso y que prometió tanto bienestar, ha cumplido sólo en parte. El desarrollo de las industrias fue el potente motor que permitió generar más riquezas y más trabajo para eventuales nuevos consumidores, con el consiguiente deterioro del ambiente. Está claro que la Tierra necesita sanarse de las agresiones de la contaminación y debemos ser nosotros, en lo individual y lo colectivo, los encargados de hacerlo. El planeta tendrá tiempo para regenerarse, nosotros no.
Los dirigentes del mundo, salvo algunas excepciones, tienen la agenda cargada de cosas más importantes. Están convencidos de que sus mandatos serán más cortos que la fecha del desastre. Sin embargo, existen cosas que podemos hacer. En la industria de la alimentación y la farmacéutica, por ejemplo, hay oportunidades para optimizar precio y calidad prestando atención a la cadena de producción y consumo.
Hemos sido formados como buenos consumidores de productos frescos. Esa información tan bien adquirida nos ha convertido en eficaces detectives, capaces de olfatear un vencimiento próximo en pocos segundos. Nadie compra un yogurt que vence hoy o mañana: elegimos el de más atrás y buscamos la fecha más tardía.
Como encontramos una fecha de vencimiento lejana, compramos algunos de más y los guardamos correctamente en la heladera, que tiene una parte profunda en la que se atreven sólo los temerarios, donde el yogurt espera la muerte, fresco y bien conservado. Cuando lo descubrimos, le damos la despedida en el tarro de basura: pagamos más caro el producto, perdimos el contenido y echamos a rodar más desperdicios. Nuestra heladera suele ser un gran repositorio de alimentos que se echan a perder.
El supermercado deberá destruir el producto vencido al final de la jornada o devolverlo al productor. La consecuencia de esa sana elección provoca una incidencia extra en el costo. También es importante empezar a consumir productos frescos que esté muy lejos de su lugar de origen.
Algunos supermercados italianos y franceses están proponiendo a la venta, en el horario de cierre y a través de la red, productos frescos con fecha de vencimiento del día.
La venta de comida hecha tiene una excelente oportunidad de colocación en centros comunitarios, ya sea para recuperar parte del costo o para beneficencia. También hay ventas on line de medicamentos con fecha de vencimiento próxima. Hay una iniciativa muy interesante que busca revertir esta situación produciendo y consumiendo de manera más responsable. Last Minute Market es una sociedad italiana que nace a partir de una investigación de la Universidad de Bologna en 1998, para desarrollar proyectos de recuperación de bienes destinados a la basura, desde un punto de vista ambiental, social, económico y nutricional.
Es muy importante saber en dónde se produce el desperdicio de los productos agroalimentarios: conocer este dato contribuye a disminuir los excedentes de producción. La comunicación entre productores e intermediarios también mejora las relaciones sociales del territorio. Hay productos agroalimentarios que, por distintos motivos, no pueden ser recogidos por el productor, generando daños económicos y frustraciones varias. Si la vía de comunicación con el intermediario es fluida, puede generarse un interés por levantar una cosecha con ganancias compartidas que deberían reflejarse en los precios finales.
No conozco a nadie a quien no le importe que su trabajo termine en la basura. Que esto ocurra es una falta de respeto hacia los trabajadores y productores. El desperdicio de alimentos es inmoral, es falta de solidaridad con el otro, que un día podemos ser nosotros. Para quienes vivimos en Bariloche el problema es aún mayor, ya que los productos llegan desde lugares muy lejanos.
Tenemos una oportunidad con nuestra compra diaria de alimentos de cuidar el ambiente y a la vez de mejorar la calidad de nuestra alimentación. –

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