Los desafíos de la vitivinicultura ante el cambio climático

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Las regiones vitícolas del mundo dependen de un patrón climático determinado para producir los vinos con características determinadas que el consumidor espera cada año. Con este panorama, el sector evalúa riesgos y oportunidades. Enólogos e ingenieros agrónomos de distintas zonas productoras explican cómo trabajan frente a este fenómeno.

Texto de Anabella Alcuaz (WSET Diploma) / Patagonia Vinos

 

Existe una creciente cantidad de estudios científicos que demuestran que el clima global está cambiando. Se ha comprobado un incremento acelerado de la temperatura de la tierra debido a factores naturales y humanos, en particular, el efecto invernadero. Esto conlleva cambios en los patrones de lluvia que acentúan los extremos: las regiones húmedas son cada vez más húmedas, y las secas cada vez más secas. Asimismo, se observan modificaciones en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos como el granizo, las inundaciones y las sequías con incendios forestales.

La vid es extremadamente sensible al clima en comparación con otros cultivos que pueden mudarse de región sin mayor problema. Las regiones vitícolas del mundo dependen de un patrón climático determinado para producir los vinos con características determinadas que el consumidor espera cada año. Esto no se condice con el impacto del clima actual en la fenología de la vid, que se traduce en alteraciones en los niveles de alcohol y de los perfiles sensoriales de los vinos.

Con este panorama, el sector del vino evalúa riesgos y oportunidades. Por un lado, las condiciones climáticas de las regiones vitícolas de latitud norte se volvieron más aptas para el cultivo. Por ejemplo, emergieron nuevas regiones de producción como Inglaterra, Suecia y Dinamarca. Como contrapartida, en algunas regiones del sur europeo, las condiciones para el cultivo de variedades de vid actualmente implantadas dejaron de ser las óptimas.

Entre las tantas variables que integran la ecuación de la crisis climática en relación a la industria del vino se encuentra el incremento de la temperatura. Nos preguntamos qué sucede en nuestro país. Maximiliano Viale, Licenciado y Doctor en Ciencias de la Atmósfera, radicado en Mendoza en el IANIGLA-CONICET comenta: “el cambio climático consiste en el aumento gradual de las temperaturas del planeta, lo cual se ha acentuado en la última década. Debido al calentamiento global, las etapas fenológicas de las vides se están adelantando. Por ejemplo, su brotación se está iniciando antes y, en consecuencia, son más propensas a ser dañadas por heladas tardías”. Esto es precisamente lo que ocurrió los primeros días de noviembre 2022. Muchos enólogos y agrónomos mencionan pérdida de cosecha de entre un 30 y un 65% que afectó todas las principales áreas vitícolas de Argentina.

En este sentido, Pablo Minatelli, ingeniero agrónomo y gerente agrícola de Bodega Luigi Bosca, comenta: “en primer lugar, estos cambios no pueden ‛manejarse’, y estamos buscando formas de adaptarnos”. “En los últimos años, sin duda el evento más complejo es la falta de nevadas invernales. Estamos ya en el décimo año de crisis hídrica severa, con nevadas que han estado muy por debajo de la media histórica”, agrega.

Por su parte, Marcelo Miras, propietario de la Bodega homónima, y actual Director de Vitivinicultura de la Provincia de Río Negro nos cuenta: “en los últimos 4 o 5 años, hemos podido apreciar en el Alto Valle del Río Negro, un aumento en la formación de tormentas con caída de granizo, y heladas tardías y tempranas. Se redujo el período de otoño y de primavera. Podríamos decir que pasamos de verano a invierno y de invierno a verano”.

En Bodega Piattelli de Cafayate (Salta), dialogamos con Alejandro Nesman, el enólogo quien nos comenta acerca de la gradualidad de fenómenos como la falta de agua, la ocurrencia de tormentas inesperadas y caída granizo que últimamente se han hecho más frecuentes en Salta. 

Como consecuencia, las decisiones cruciales de adaptación incluyen la elección de sitios que antes eran impensados para la producción de vid. En la Patagonia se ha ampliado el mapa vitícola, que llega hasta el Paralelo 45 Latitud Sur. Plantaciones a mayor altura, y como en Valle de Uco, Jujuy y Salta que sobrepasan los 3000 m.s.n.m; variedades de vid y de portainjertos mejor adaptados al estrés hídrico; viñedos en Mendoza orientados este-oeste para que no reciban el sol de la tarde; tiempo y logística de cosecha, etc.

Marcelo Miras enumera algunas de las prácticas que llevan a cabo: “en el viñedo manejamos con mucho cuidado el recurso hídrico, mejorando el sistema de riego. Cuidamos los viñedos, manteniendo una canopia bien homogénea y con mucha cantidad de hojas. No hacemos deshojes. La cosecha en estos cuatro últimos años la hemos adelantado para mantener la acidez natural, tenor azucarino moderado que nos da vinos con graduación alcohólica normal y mantenemos las características varietales y frutadas de las uvas”.

Pablo Minatelli dice al respecto: “estamos con un plan muy ambicioso de reconvertir a riego tecnificado las áreas de nuestras fincas que aún tienen riego superficial. A su vez, buscamos tener coberturas naturales en todos nuestros suelos. Las coberturas, lejos de la creencia de que compiten con el agua, ayudan a mantener los suelos más frescos y húmedos, además, reducen significativamente el albedo, que es la reflexión de la luz solar sobre los racimos, evitando incrementar la temperatura de las bayas y el quemado”.

Con respecto al tiempo y logística de cosecha detalla: “estamos haciendo un seguimiento muy detallado y cercano de la evolución de la madurez de las uvas para asegurar una logística de cosecha en el momento justo de madurez, preservando la fruta, la concentración, sin avanzar sobre cosechas verdes o sobremaduras.  La madurez depende mucho de la condición del año, por lo que debemos tener más y mejores herramientas que nos permitan tener una logística de cosecha adecuada, en el momento justo”.

Si bien es un tema muy complejo por la diversidad de percepciones en las distintas regiones de producción, la industria de vino está muy activa para adaptarse y mitigar los desafíos presentes y futuros. Conceptos como repensarse, reestructurarse y transformar tradiciones y prácticas ancestrales están siendo evaluados en la actualidad.

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